jueves, 18 de septiembre de 2008

La discriminación en el Perú: una mirada lingüística y social

Javier A. Arnao Pastor
E.A.P. de Lingüística
UNMSM

Es importante entender el fenómeno de la discriminación en toda su dimensión, ya que permite ampliar nuestro espectro de consideraciones para entender el problema desde todas sus aristas, no sólo desde la perspectiva propiamente lingüística.
En primera instancia, presentamos dos esquemas de análisis sociológico para explicar los fenómenos complejos que subyacen a la dinámica de la discriminación en el Perú, fenómenos que se acentúan en una serie de oposiciones generadas al interior de una sociedad tan diversa y, a la vez, racista y clasista, como es la peruana. Estos dos análisis son el «modelo matemático» de la discriminación y la visión de la sociedad peruana como una sociedad jerárquica. Hemos rescatado dichos esquemas de trabajo porque permiten tener una visión explicativa del asunto y nos dilucidan su mecánica: qué criterios entran en juego, cómo operan nuestras ideas, y cómo los actores sociales intercambian roles en este proceso tan dinámico y diverso. Creemos que la discriminación lingüística es efectivamente una forma de valoración negativa de un grupo por poseer características determinadas (patrones de conducta, creencias particulares, hablas distintas) —valoración por demás injustificada— y que dichos prejuicios se pueden combatir desde la orilla de la ciencia con argumentos sólidos y objetivos, describiendo y explicando la estructura lingüística, por ejemplo del castellano andino. Asumimos que la discriminación lingüística hacia el castellano andino y las variedades no estándar efectivamente existe, y apoyamos esta afirmación en estudios previos, tanto de índole sociológica como lingüística.

1. El «modelo matemático» para la discriminación

Este es un modelo propuesto desde la sociología por Walter Twanama para dar cuenta de la complejidad que subyace a la discriminación en nuestro país (en sus propios términos, el modelo matemático para «cholear»; para explicarlo). Esta postura rescata el concepto propuesto por Charles Wagley de «raza social» que nos es útil para explicar la categorización que elaboran los individuos siguiendo criterios sociales, culturales, simbólicos, económicos, mas no biológicos («raza» en términos no genéticos). Pero pasemos a ver en qué consiste el «modelo matemático». En palabras de Twanama:
« […] Las personas se evalúan entre sí haciendo una especie de ecuación en la que cuatro componentes más o menos independientes —aunque con una alta correlación entre sí en el mundo real— determinan si el evaluado cae dentro de la categoría a determinar. […] »
Cuando las personas discriminan («cholean») toman en cuenta, grosso modo, los siguientes factores o variables: los rasgos físicos (el fenotipo), el nivel socioeconómico (clase social), el nivel de instrucción, la oposición urbano/rural y el manejo del lenguaje. Estos son dos son las variables fundamentales sobre las cuales se asienta la discriminación lingüística y son los que tomaremos como herramienta teórica para sustentar nuestros argumentos.
La «pericia» para manejar el modelo matemático es resultado de un adoctrinamiento que se adquiere en el proceso de socialización y está sujeto a modificaciones. En palabras de Santos: « […] se trata de una habilidad cultural comparable a la que poseen los esquimales para diferenciar los diferentes (sic) tipos de blanco. […] »
El peso de las variables del modelo y su combinación dependerá en buena medida de la pertenencia o no a determinado grupo social (clase social, grupo étnico, comunidad campesina, etc.) No lo aplicará del mismo modo un gamonal cusqueño, el gerente de una corporación financiera, un campesino de Ayacucho que recién llega a la capital, un poblador de un barrio popular limeño, etc. Es decir que el modelo es sensible al contexto en el cual se aplique: el «contexto de actuación» varía (puede ser una oficina, un mercado, un espacio académico, una discoteca, en los medios de comunicación, en un ambiente familiar, un evento social, etc.)
Como observamos, el fenómeno de la discriminación es un complejo de criterios que entran en juego tanto al momento de hacer «mapas clasificatorios» (categorizar a una persona como x, y, o z según las variables antes mencionadas) como al momento de la «discriminación efectiva» (ejecutar, poner en práctica el modelo), lo cual permite también un fenómeno complementario: el «blanqueamiento cultural». El dinero «blanquea», la educación «blanquea». En el caso que nos interesa, vemos que el «correcto» manejo del lenguaje dota de cierto prestigio. La persona que «estandariza» su castellano es apreciada de forma distinta, al punto de que se puede cambiar la percepción que se tiene de esta: «es humilde, cholito, pero bien habladito». El sujeto es reclasificado, sufre una especie de metamorfosis en la que pasa de ser «ninguneado» a adquirir cierta prestancia.

2. El Perú como sociedad jerárquica

Nugent, María Emma Manarelli y Hugo Neira proponen ver al Perú como una sociedad jerárquica. La idea central es que las estructuras sociales se organizan en base a la noción de desigualdad. Hay sujetos superiores y otros inferiores. Pero lo que cabe resaltar es que los sujetos sociales no existen como individuos, sino que deben su estatus a la comparación que se establece entre subordinados y subordinantes, donde se evalúa y clasifica a los «desconocidos» en un nivel de la escala jerárquica; es decir, « […] la identidad de los sujetos se fundamenta en la pertenencia a instancias colectivas (la familia, la localidad, la corporación), no en su individualidad. » En otro fragmento se señala que « […] en una sociedad jerárquica no es pensable la idea de “una misma ley para todos”, debido a que los sujetos no están en un mismo plano sino más bien pertenecen a estamentos, castas o capas sociales con deberes y derechos particulares.» Por ejemplo, en el caso de hablantes de castellano andino, son discriminados por dos factores confluyentes: por la variedad de castellano que manejan y sus características propias (patrón sintáctico SOV, duplicación del posesivo, lo como O.I, asibilación de la vibrante, alzamiento de vocales, etc.) y porque en su mayoría provienen se zonas rurales bilingües o, en todo caso, poseen influjo quechua o aimara.
Queremos dar, por lo menos, algunas luces sobre la estructura del castellano andino para defender el argumento científico (por ende, objetivo) de que ninguna variedad es superior ni inferior a otra y que dichas afirmaciones descansan en una serie de prejuicios que son totalmente ajenos a cualquier sistema dialectal y lingüístico , complejo de prejuicios sociales que hemos descrito y explicado por lo menos en sus aspectos centrales, echando mano de la teoría sociológica, a partir del modelo matemático de la discriminación y de la organización de la sociedad peruana como una estructura jerárquica. Dada nuestra carencia de datos provenientes de estudios experimentales no podemos probar empíricamente que las formas lingüísticas que presentamos a continuación son tomadas como expresiones «corruptas» y, en definitiva formas asumidas como negativas y, por ello, discriminadas, pero asumimos que la discriminación lingüística hacia el castellano andino efectivamente se da, y apoyamos esta afirmación en estudios previos, tanto de índole sociológica como lingüística. Como afirma Cerrón Palomino con respecto a las variedades del castellano y su situación de diglosia intradialectal: « […] los rasgos de motosidad (prevalecen) a despecho, muchas veces, del grado de instrucción superior y de la profesionalización de los hablantes […] Tenemos aquí, como se ve, una nueva situación diglósica, esta vez en el interior del castellano peruano: los usuarios de la variante A (castellano normativo) oprimen y discriminan a los hablantes de B (castellano andino-motoso).» (El énfasis es mío).
Alberto Escobar encuentra explicaciones a la discriminación lingüística en la escuela como institución social, ya que imparte y trata de imponer una «norma general o estándar» (por ser la variedad con mayor «prestigio»), en detrimento de las formas dialectales producto del contacto del castellano con las lenguas andinas. Y no sólo ello se limita al ámbito de la escuela, sino que se vincula con otros factores como el desajuste que se produce entre los mundos rural y urbano.
En el siguiente apartado, veremos la descripción sintáctica del castellano andino.


Nivel morfosintáctico

1. Discordancia de género
A. Entre el especificador y el núcleo nominal

La hipótesis que se va a manejar es la siguiente: los hablantes no presentan el mismo grado de bilingüismo, es decir, no poseen el mismo grado de competencia en el castellano. En palabras de Anna María Escobar: «se encuentran en momentos diferentes del proceso de adquisición del género» (2000: 61). Mientras que en aquellos hablantes que poseen mayor influencia del quechua por ser su L1, se observa la neutralización del género —como consecuencia del traslado del patrón de género del quechua, pues dicha lengua no expresa marcaje morfológico de género—, por otro lado, los hablantes más competentes en el castellano manifiestan la discordancia por principio de aplicación de una regla en la cual clasifican, generalizan, los sustantivos en grupos de acuerdo a sus terminaciones: los morfema -a y los -o ( también se da con -e ) con el género femenino y masculino, respectivamente.

Ejemplos:
a) *El trucha también se hace.
La trucha también se hace
b) *La clima es fresca acá.
El clima es fresco acá
c) *Entiendo la quechua y también se pronuncia.
Entiendo el quechua y también sé pronunciar
d) * En ese costumbre de baile, así ellos eligen a personas que tienen ese fe.
En esa costumbre de baile, así ellos eligen a personas que tiene esa fe
e) *El mismo catedral
La misma catedral
f) *En nosotros no nos ayudaba nuestro papá ni nuestro mamá
A nosotros no nos ayudaba nuestro papá ni nuestra mamá
g) *Yo soy casao, pero apartao de mi marido.
Yo soy casada, pero apartada de mi marido

B. Entre núcleo nominal y complemento adjetival
La falta de concordancia gramatical entre el nombre y su modificador se debe también a un proceso de adquisición. Siguiendo a Anna María Escobar: «en los estudios sobre la de concordancia de género y número en el español como primera lengua (L1) y como segunda lengua (L2), se reporta que el número se adquiere antes que el género […] y que la concordancia con el artículo ocurre antes que la concordancia con el adjetivo.» (2000: 63). Ante esto, se conjetura que algunos hablantes no han llegado a dicha etapa de adquisición de la L2 o que simplemente el influjo del quechua en el castellano regional ha hecho que los hablantes tomen el género como invariable.
*Riquísimo sale la chichita
Riquísima sale la chichita

C. Discordancia de número
a) Entre el especificador y el núcleo nominal
*El olluco, el habas
El olluco, las habas
b) Entre el verbo y su complemento
En casos de discordancia sujeto-verbo, la información gramatical de número se deposita en la FN (las papas) por lo que el hablante considera la marcación de número para el verbo como redundante o innecesaria. Y el carácter innecesario de la concordancia se ampara en que la ausencia de esta no compromete en absoluto la interpretación semántica. Es un hecho netamente morfosintáctico.

Ejemplos:
a) * Después, luego, viene las papas
Después, luego vienen las papas
b) * Se multiplicaban la familia
Se multiplicaban las familias
c) * Por ambos lados, dos gatos saltó
Por ambos lados, dos gatos saltaron

D. Alteración del orden de los constituyentes de la oración

En términos generales, la tipología sintáctica manejada como norma en el castellano andino es SOV; sin embargo, como todo esquema sintáctico, no constituye una estructura rígida, sino que responde a procesos pragmáticos y discursivos (focalización, topicalización) en los que el hablante destaca elementos que considera más informativamente más relevantes.

Ejemplos:
a) Allá arriba hay
b) Mis padres desde su nacimiento son.
c) Estas flores nativas son
d) Las humitas, las habas viene
E. Doble posesivo y alteración del orden sintáctico
La duplicación se manifiesta en dos formas :

1) Adjetivo posesivo + complemento genitivo (con de que marca posesión) o viceversa. La primera forma es la más recurrente.
2) Adjetivo posesivo + pronombre posesivo (posnominal tónico)
Ejemplos:
a) En cambio, mis hijos de mí si no. A veces unas cuantas palabras comprenden.
b) De mí mis abuelos han sido […] Ellos, o sea, somos de un árbol que crece, las ramas […]
c) Mi nombre mío es Antolino Amaro Marcos.
d) Su esposa de él creo que era de Arequipa, ¿no?
e) Nuestra agüita de nosotros sale de una manantial.

F. Supresión de especificadores (determinantes)

Para explicar la ausencia de las determinantes podemos apelar a dos hipótesis. La primera es postulada por Paul Postal —referida por Esquivel en su artículo sobre la frase determinativa (2002: 29-30) —, la cual asume que el determinante no es un constituyente de la FN en la estructura profunda (E-P). Según esta regla la FN puede conformarse por dos estructuras: FN → N y FN → N + (O) . Dentro de la teoría los determinantes y los nombres son categorías muy ligadas entre sí, las cuales se presentan a modo de rasgos de nombres en la E-P. Para crear un determinante o un pronombre se apela a una regla de segmentación. Si el N no está marcado pronombre entonces se inserta un determinante; si el N es marcado pronombre se inserta un pronombre y, además, se aplica una elisión del nombre original de la O, ya que resulta redundante, pues en su lugar hay un pronombre. Entonces la representación que se da en la O concreta sería reflejo de la E-P, es decir, se obvia la regla de inserción.
Por otro lado, la segunda hipótesis es la del sustrato. Dado que el quechua no posee categorías funcionalmente semejantes a los artículos, al estructurar sus oraciones en castellano, interfiere el sistema propio de la lengua quechua.

Ejemplo:
*Entonces, Ø día siguiente al amanecer
Entonces, al día siguiente al amanecer

G. Supresión de los clíticos

La omisión de los clíticos se explica porque, ya que su función es la de remitirse a la información que se ha enunciado, es decir, que el hablante supone como conocida por los participantes de la comunicación, entonces considera que su presencia expresa es irrelevante ya que no compromete en absoluto la interpretación del significado de la oración; en términos comunicativos, del mensaje.
a) *Tan sólo Ø dedico al trabajo
Tan sólo me dedico al trabajo
b) *Mi pie así Ø ha hinchao
Mi pie así se ha hinchado
c) *Había posibilidad de reengancharØ, pero cuando uno quiere sobresalir, no es dable.
Había posibilidad de reengancharme, pero cuando uno quiere superarse, no es dable

H. Uso alternativo de las preposiciones

Las preposiciones, que se encuentran presentes en la estructura profunda de las oraciones –nivel de la gramática que, según la teoría de Principios y Parámetros, es una proyección de las propiedades semánticas (temáticas) de los elementos léxicos en ciertas posiciones estructurales, que está determinada por los principios de la teoría- y de la teoría X’ con sus condiciones de legitimación respectivas–, al efectuarse la derivación no “pasan” hacia la estructura superficial porque no tiene existencia fonológica en dicho nivel; por ello, cuando la oración es leída por la forma fonética –que es la representación abstracta que subyace a la producción y a la percepción del habla, la que va a determinar cómo se pronuncia la secuencia– no se articula en la emisión concreta.
Ejemplos:
a) *En nosotros no nos ayudaba nuestro papá ni nuestro mamá (A nosotros no nos ayudaba nuestro papá ni nuestra mamá).
b) * La mayoría nos dedicamos en eso, joven (La mayoría nos dedicamos a eso, joven).

I. Redundancia enfática

Desde el lexicón, los verbos vienen determinados de contenido semántico y con ello se entiende que determinan también la selección de sus argumentos. Si analizamos composicionalmente bajar vemos que ya contiene la noción o el rasgo (↓abajo) dentro de su significado, por lo cual seleccionar un argumento que reitere la dirección en la que se ejecuta la acción es redundante. Pero, al parecer, el hablante reitera en adverbio de lugar como un recurso discursivo para enfatizar o dotar de mayor expresividad a la oración.

Ejemplo:
*Nos bajaron abajo, en Carhuapata
Nos bajaron en Carhuapata

J. Replicación enfática del pronombre lo

Podemos observar dos fenómenos: en primer lugar, el pronombre no se conjuga en género con su referente (la piedra) sino que se ha neutralizado en el castellano andino y expresa, formalmente, sólo el género masculino. La falta de correferencialidad se evidencia en la ausencia de coindización; en segundo lugar, vemos que si la oración fuese la calentamos la piedra, la FN la piedra sería redundante, ya que el elemento pronominal cumple la función de sustituirla y ambas formas no pueden confluir en la misma estructura, pues viola el principio B de la teoría del ligamiento según el cual un pronominal debe estar libre dentro de su categoría rectora (en este caso la FN).

Ejemplos:
*Luego, loi calentamos la piedraj.
Luego, lai calentamos (la piedrai)

K. Uso de ser por estar y viceversa

Tomando como referencias los aportes de Anna María Escobar, ella llama a este proceso como acomodación semántica, que es el proceso por el cual las expresiones léxicas y gramaticales modifican su contenido. En el nivel de la información semántica, se observa que, en hablantes bilingües, hay un uso indistinto de ser y estar por compartir rasgos comunes, mientras que, en hablantes monolingües, la distinción se hace patente a través de los semas diferenciadores. Escobar cita a Lapesa, quien encuentra en el Mío Cid uso alternante de ser y estar, y cuya explicación es que ambas formas podían referirse a indicadores de situación. Asimismo, señala que Zamora encuentra este uso indistinto en el habla aragonesa.

Ejemplos:
a) *Cómo pero es igualito Ud. Ella es muerta
Cómo pero es igualito a Ud. Ella está muerta
b) *De mí han sido fuera; han salido a trabajar
De mí han estado fuera; han salido a trabajar
c) *El 24 de mayo va a estar la chonguinada
El 24 de mayo va a ser la chonguinada

L. Lo como OD

La explicación ante esta particularidad descansa en que los hablantes no distinguen, formalmente, entre el caso acusativo y el dativo; por ello, usan el clítico lo tanto para referirse al objeto directo como al indirecto.

Ejemplos:
* A veces lo echamos cuy. Depende del agrado de la casa
A veces le echamos cuy. Depende del agrado de la casa

M. Derivación de nombres

En el castellano andino observamos una productividad mayor en cuanto a la derivación de nombres, adjetivos y verbos. Vemos que para establecer la derivación, en este caso deadjetivales y la conjugación de los verbos, el hablante opera sobre la base de analogías con ciertos paradigmas. Por ejemplo, para conjugar el dar, el hablante establece la analogía con ser. Para el caso del adjetivo, -ado parecer ser el morfema que se aplica a un grupo de palabras que derivan adjetivos que expresan producto de la acción del verbo : afeitar > afeitado, colegiar > colegiado, moderar > moderado, arrugar > arrugado, mojar > mojado, etc. El hablante deriva estudiar > estudiados habiendo querido expresar instruir > instruidos.
Ejemplos:
a) *dea

b) *Ahora sí ya todos son estudiados
Ahora sí todos son instruidos

N. Pluralización de elementos invariables en número

Generalmente, los hablantes que están en proceso de adquisición de una lengua, en este caso, tienen el quechua como L1 o están en contacto con ella, aplican reglas generales y obvian las excepciones. Anna María Escobar llama, a este fenómeno, regularización. En realidad es una especie de economización radical de la regla (y de las operaciones cognitivas que ella implica), puesto que no considera las restricciones. En el caso del castellano, sabemos que el pronombre indefinido nadie significa ninguna persona; ya contiene la noción de pluralidad; por ello, la gramática la restringe para llevar la flexión de número. Lo que sucede es que la competencia lingüística de los hablantes aún no se ha desarrollado para aplicar las restricciones: no se ha activado el parámetro.

Ejemplos:
a) *No, casi nadies. No han llegado así a extremos
No, casi nadie. No han llegado así a extremos



BIBLIOGRAFÍA
• ALVAR, Manuel. Manual de Dialectología Hispánica. El español de España. Barcelona, Ariel, 1996, 394 pp.
• CERRÓN-PALOMINO, Rodolfo. Castellano Andino. Aspectos sociolingüísticos, pedagógicos y gramaticales. Primer ed. PUCP Fondo Edit. y GTZ (Cooperación Técnica Alemana), 2003, 276 pp.
• ESCOBAR, Alberto. Variaciones Sociolingüísticas del Castellano en el Perú. Colección Perú Problema N. º 18. Primera ed. Lima, IEP, 1978, 179 pp.
• ----------------------- Lenguaje y discriminación social en América Latina. Primera ed. Lima, Milla Batres Editor, 1972, 197 pp.
• ESCOBAR, Anna María. Contacto Social y Lingüístico. El español en contacto con el quechua en el Perú. Primera ed. Lima, PUCP, Fondo Editorial, 2000, 296 pp.
• ESQUIVEL VILLAFANA, Jorge. De la frase nominal a la frase determinativa. En: Lengua y Sociedad Nº 4. UNMSM. Instituto de Lingüística Aplicada. Enero 2002, 125 pp.
• CARAVEDO, Rocío. El Español de Lima. Materiales para el estudio del habla culta. Primera ed. Lima, PUCP, Fondo Edit., 1989, 467 pp.
• FERNÁNDEZ LAGUNILLA, Marina y Alberto Anula Rebollo. Sintaxis y Cognición. Introducción al conocimiento, el procesamiento y los déficits sintácticos. Barcelona, Edit. Síntesis, 1995, 541 pp.
• LÓPEZ MORALES, Humberto. Sociolingüística. Segunda ed. Barcelona, Biblioteca Románica Hispánica, Edit. Gredos, 1993. 310 pp.
• MERMA MOLINA, Gladys. Contacto Lingüístico entre el español y el quechua: un enfoque cognitivo pragmático de las transferencias morfosintácticas en el español andino peruano. Tesis para obtener el grado de Doctor. Universidad de Alicante, 2007. http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/scclng/56810623211292775643679/025405.pdf?incr=1
• PÉREZ SILVA, Jorge Iván. La investigación científica del castellano andino: contra la discriminación lingüística. Ponencia leída en la Lección Inaugural del Año Académico 2006 de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica del Perú. http://blog.pucp.edu.pe/item/7062/catid/468
• SANTOS, Martín. La cuestión racial: un ajuste de cuentas en tiempos de globalización y postmodernidad. En Debates en Sociología N. º 27, 2002. Pontificia Universidad Católica del Perú. pp. 133-171.

viernes, 5 de septiembre de 2008

La nueva edición del Diccionario de la Real Academia incorpora más de 30.000 novedades

MADRID. Antonio Astorga
La nueva edición -XXII- del Diccionario de la Real Academia Española, que se presenta dentro de quince días en Valladolid, aumenta considerablemente el número de vocablos o artículos incluidos, que rondan los 100.000 y las nuevas acepciones y definiciones modificadas, en más de 30.000. Pero lo que sobresale es el ingente número de americanismos incorporados.
«Motero, ra. adj. Chile. Que vende mote. 2. Chile. Aficionado a comer mote. 3. Chile. Perteneciente o relativo al mote». Pero, ¿qué es el mote chileno? Según el Diccionario «usual» o DRAE (Diccionario de la Real Academia Española), dícese, en Chile, del «guiso o postre de trigo quebrantado o triturado, después de haber sido cocido en lejía o deshollejado». «A partir de ahora el motero también será el individuo de las motos», dice el académico e insigne helenista Francisco Rodríguez Adrados, miembro de la Comisión que ha integra la Comisión del Diccionario y con quien ABC se puso en contacto para que desvelara las claves la XXII edición. La obra la presentará el director de la RAE, Víctor García de la Concha, en el II Congreso de la Lengua Española de Valladolid y el primer ejemplar será entregado a Sus Majestades los Reyes.
NUEVA PLANTA
La XXI edición del DRAE, aparecida en 1992, contiene más de 83.000 artículos y se ha distribuido en tres formatos distintos: siguiendo el modelo tradicional, en un solo tomo; otro popular, impreso en dos tomos de tamaño de bolsillo, y una versión electrónica, editada en cederrón. El nuevo DRAE se ha edificado a partir de nueva planta y para su elaboración se ha contado, por vez primera, con la ayuda de herramientas informáticas diseñadas al efecto y con la información obtenida del riquísimo banco de datos de la Real Academia.
El DRAE regresa al orden alfabético latino universal tras la decisión aprobada hace ocho años en el Congreso de Academias. Los 29 compartientos que existen en el Diccionario se reducirán a 27 pues las palabras iniciadas por los dígrafos «ch» y «ll» que no son propiamente letras se colocarán respectivamente en el sitio que les corresponda entre las iniciadas por «c» o por «l». Novedad es el tratamiento de la homonimia, de las variantes equifuncionales y, sobre todo, el establecimiento de criterios rigurosos para la selección y mantenimiento de las entradas, replanteándose los problemas correspondientes a los imperativos geográficos, sociales, técnicos, de registro y corrección. Por otra parte, incorporará variaciones relativas a la microestructura de cada artículo, que presentará innovaciones en el tratamiento de las etimologías, de las marcas, abreviaturas e informaciones gramaticales, así como en el modo de elaborar la propia definición: disposición de las acepciones, tratamiento del contorno lexicográfico y de la información enciclopédica.
-¿Cómo se ha laborado en la nueva planta?
-Es el esquema -dice Rodríguez Adrados- de cómo se ha redactado el Diccionario: cómo se organizan las acepciones, las referencias de unos artículos a otros, las abreviaturas, todas estas cosas diríamos que técnicas. Incluso está impresa la nueva planta y la ha realizado la Comisión del Diccionario. Pero han quedado un par de cosas pendientes para la siguiente edición por falta de tiempo, de personal, etcétera. Concretamente, planteábamos -y se acordó- dar la fecha de la primera localización de cada palabra, de cada acepción, pero esto no se ha podido hacer porque los bancos de datos todavía presentaban lagunas y nos exponíamos a que hubiera cosas defectuosas. Y del mismo modo, la organización ramificada de los artículos.
-La obra atesora un ingente número de americanismos, vocablos, lemas y acepciones...
-...Se incorporan más de 10.000 artículos y de 20.000 acepciones. Se han enmendado más de 50.000 artículos. Se han suprimido más de 5.000 artículos y más de 15.000 acepciones. Muchísimas palabras y acepciones nuevas y también eliminaciones. El Diccionario, fundamentalmente, recoge el español desde el año 1500 con algunas excepciones como las palabras anteriores que eran interesantes por varios motivos. Pero en general hay numerosas adiciones del español de España, del español de América y algunas supresiones. Y muchas, muchas correcciones de las definiciones.
-¿Cuál ha sido el órgano máximo que ha regido la obra?
-El Pleno, por lo menos teóricamente es el que tiene que aprobar todo aunque en la práctica delega a veces porque materialmente es imposible. Hay una Comisión Delegada del Pleno y cuatro Comisiones divididas por letras e integradas por académicos que revisaban sistemáticamente todo el trabajo. Junto a ellas, las comisiones monográficas: la dedicada a las Ciencias Humanas y la que abraza el terreno científico -muy importante porque hay un ingente vocabulario científico-. Todas han trabajado en conexión directa con el Instituto de Lexicografía de la Academia -pilotado por Rafael Rodríguez Marín- y han tomado en cuenta los datos de los bancos de datos del CREA -el español actual- y el CORDE -el español de todas las épocas y lugares, desde los inicios del idioma hasta el año 1975-. (En total, el CREA y el CORDE abrigan más de 250 millones de palabras. El CREA es un conjunto de textos de diversa procedencia almacenados en soporte informático del que es posible extraer información para estudiar las palabras, sus significados, la gramática y su uso. A estos conjuntos de textos, seleccionados y ordenados según unos criterios establecidos, se les denomina corpus en la Lingüística y Lexicografía modernas).
-¿El ciudadano de la calle ha aportado su granito de arena?
-Por supuesto. Las propuestas han procedido bien del Instituto de Lexicografía o bien del público, porque la gente ha escrito y ha proyectado sus inquietudes.
-Imprescindible ha sido la labor de todas las Academias Hispanoamericanas de la Lengua Española...
-Indudablemente. Todas ellas han realizado muchísimas propuestas a la Comisión Permanente de Academias americanas. Las Academias mandan sus listas, las estudiamos y se toman decisiones. Las listas pueden proponer nuevas palabras o que se eliminen cosas. También los académicos correspondientes de toda España hacen sus aportaciones. El resultado de todo ello es el considerable aumento, en torno al veinte por ciento, de nuevas acepciones. También se han eliminado bastantes cosas pero no sólo de América, bien porque no eran significativas o había algún error o tal vez porque era sólo de una mínima región. Se ha suprimido algo así como un cuatro o un cinco por ciento.
EL LÉXICO HISPANOAMERICANO
-¿Se ha revisado la ortografía?
-De forma sistemática para aplicar, naturalmente, la ortografía de la Real Academia Española. En este sentido se han tenido en cuenta las consideraciones de la comisión de Gramática. Los términos filosóficos los ha revisitado Emilio Lledó -y aunque los nombres no constan en el prólogo, porque parece que es tradición allí no dar nombres, quiero recordarlos aquí-, los de Derecho los ha revisado García de Enterría y así sucesivamente. Yo me he ocupado de la terminología lingüística. Se han analizado conceptos griegos, germánicos, celtas, indoeuropeos, prerromanos y de las lenguas prehispánicas de América. También se ha escrutado la etimología árabe desde la nueva bibliografía.
-¿Cuál ha sido el mecanismo de trabajo?
-Las Academias nos han enviado sus listados, tras revisar y añadir lo que estimaban que tenían que incorporar y suprimir lo que sobrara, tal vez porque eran términos erróneos o porque arrastran siglos y muchas contingencias. Lo mismo ha ocurrido tanto en las nuevas palabras como en las acepciones nuevas -sobre todo de sentido-. En la Comisión Permanente, en términos generales, hemos aceptado las propuestas pero no siempre porque, claro, hay unos criterios de tipo general. En lo relativo al léxico hispanoamericano creo que puede haber un incremento de un 20 por ciento. Comisiones, ciudadanos, Academias hispanoamericanas, propuestas y filtros. Se trataba de hacer algo lo más homogéneo posible.

-¿Estamos ante el gran Diccionario del español universal? -Sí porque la proporción de elementos del español de América ha aumentado muchísimo. No obstante, en gran medida los americanismos son derivaciones del español estándar. Son los mismos sufijos, son las mismas terminaciones, a veces evoluciones semánticas. Sabemos que una palabra española se adapta a nuevas especies animales, a nuevas especies vegetales. Pero, en fin, en una gran medida los americanismos son de raíz española. Por ejemplo, el léxico que se ha publicado de los ecuatorianismos, de los mexicanismos, en buena medida es de raíz hispánica pero allí ha adoptado evidentemente sentidos o usos especiales. En otro estadio, pues, son indígenas. Lo que más crece son las derivaciones y composiciones con material español, que es de origen latino o grecolatino en muchas circunstancias. Aquí en España lo que más se agranda es el léxico científico. Pero el Diccionario no solamente tiene palabras o artículos o vocablos. Atesora también elementos inciales -a, anti, is, geo, bio- y elementos finales -ismo, ista, trofo...- que en mayor medida son grecolatinos.

Fuente:

Palabras muertas que aún viven en el diccionario (además, unos apuntes sobre el uso de 'huérfano')

Por Ricardo Seca
La Academia Española no se caracteriza, como sabemos, por su agilidad en la incorporación de nuevos vocablos ni tampoco, ciertamente, por su presteza en la hora de eliminar términos abandonados por el uso y olvidados por los hablantes. Este último caso parece ser el de zurruscarse, vocablo que figura en el Diccionario con la denotación de 'irse de vientre involuntariamente'. En la primera edición (Autoridades), más precisa en este punto, se aclaraba que la acción enunciada por este verbo tenía lugar 'especialmente con ruido o en la ropa'. Mientras zurruscarse enmohece en el diccionario y ni siquiera existe en el corpus actual de la Academia, me parece poco probable que algún lector se haya topado alguna vez con un pedido tal como "Oye, me he zurruscado, ¿podrías ir a mi casa a buscarme un pantalón limpio?" No menos útil para una persona que se precie de poseer vocabulario rico y presto para todas las eventualidades es la palabra bardaje, que, según el mismo Diccionario nos enseña, denota 'homosexual paciente' y de la cual aparecen cuatro casos en el corpus, sin duda todos ellos tomados del Diccionario. El calificativo paciente no está allí, obviamente, para excluir a los homosexuales que tienen poca paciencia, sino para delimitar el alcance del término a los pasivos pero, en todo caso, parece altamente improbable que este extraño vocablo pueda oírse en nuestra época con mucha frecuencia en cualquier lugar del área hispanohablante. La ideología católica y reaccionaria ha marcado –sobre todo hasta el siglo pasado– muchas definiciones del diccionario, como la de marxismo que, hasta 1970, era definido como "doctrina de Carlos Marx y sus secuaces". Ese texto quedó atrás en la edición de 1984, nueve años después de la muerte de Franco, pero el peso de la ideología se arrastra hasta hoy en vocablos surgidos en el tiempo en que la mujer era considerada un ser inferior, que se mantienen en el acervo académico como una costra que espera ser limpiada. Vemos, por ejemplo, la palabra zurrona 'mujer perdida y estafadora'. No sabemos en qué casos podría aplicarse esta doble adjetivación y el Diccionario no lo explica; tal vez a una prostituta que se niega a prestar sus servicios después de haber recibido el dinero del cliente, aunque en ese caso sería sin duda estafadora, pero ya no tan perdida, puesto que rehúsa conceder sus pecaminosos favores. Por supuesto, un zurrón no es para el DRAE un hombre perdido y estafador, sino una simple bolsa de cuero. Algunas definiciones se arrastran desde la Edad Media, de una época en la que el avance de la ciencia no había hecho necesario aún desarrollar el concepto mismo de definición, que vino junto con la idea, relativamente reciente en términos históricos, del rigor científico. En esa época, las palabras eran explicadas como en el diccionario de Covarrubias, con base en la primera idea que aparecía en la cabeza del autor, o bajo la influencia del humor con que se había despertado aquel día. Un ejemplo de ese tipo, de tufo medieval y anticientífico, lo tenemos en la entrada sobre el ñu, definido como 'antílope africano semejante a un caballito y con cabeza de toro', poética descripción acogida también por María Moliner y que figura en el Diccionario hasta la última edición.

(Agradezco a mis buenos amigos Xosé Castro y María Cristina Dutto sus valiosas sugerencias para esta nota).
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A propósito de las reflexiones de Seca, y conociendo además las deficiencias -confirmadas en el artículo anterior- a las que nos tiene acostumbrados el Diccionario de la Real Academia Española 2001 (en adelante Drae 2001), me di a la pesquisa de la entrada léxica -la palabra, en buen cristiano- 'huérfano'. Los motivos exactos por los que opté por esa palabra son realmente fortuitos, pues mi objetivo principal era redactar un breve artículo acerca de la lingüística cognitiva, por lo que tuve que citar dicha palabra para ejemplificar el carácter enciclopédico del significado según esta corriente científica 'novedosa', que si bien es cierto no lo es dentro de las ciencias del lenguaje, lo es en divulgación teórica y en aplicación en el análisis, al menos en nuestro medio. Al margen de lo anecdótico, pasemos a evaluar la definición propuesta por el Drae:
  • huérfano, na. (Del b. lat. orphănus, y este del gr. ὀρφανός). adj. Dicho de una persona de menor edad: A quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos, especialmente el padre. U. t. c. s. 2. poét. Dicho de una persona: A quien se le han muerto los hijos. 3. Falto de algo, y especialmente de amparo. En aquella ocasión quedó huérfana la ciudad. 4. ant. expósito. U. en Bolivia, Chile y Perú.

En primera instancia, debemos saber que la estructura de una definición conceptual está compuesta por el género próximo (el término generalizador, el hiperónimo) y la diferencia específica (término que precisa la característica diferenciadora). En este segmento de la definición encontraremos el contorno, que es según Martínez de Sousa: el "conjunto de elementos de información no esencial añadidos a una definición”. Pero cabe aclarar que el hecho de que sea no esencial no significa que esta sea soslayable e innecesaria, sino que aporta para el enriquecimiento de aspectos característicos de la palabra, que pueden dar luces sobre un uso particular de la misma.

Ahora enfoquémonos sólo en la primera acepción de 'huérfano', que es la que presenta falencias técnicas. El Drae introduce en la definición lo que en la terminología lexicográfica se denomina contorno, que es aquella estructura introducida de manera obligatoria cuando estamos ante entradas en las cuales no puede iniciarse la definición con una categoría gramatical distinta de la categoría a definir. Dicho en otros términos, si, por ejemplo, queremos definir 'ocioso', no podemos empezar con 'persona que está sin hacer algo' porque 'persona' es nombre (sustantivo) y ocioso, adjetivo. Existe otra clase de contorno, que es aquella a la que hemos hecho referencia líneas arriba, aquella que se encuentra inserta en la misma definición conceptual. Observemos la definición del primer uso, que es en el que nos centraremos:

  • "[...] adj. Dicho de una persona de menor edad: A quien se le han muerto el padre y la madre o uno de los dos, especialmente el padre [...]".

Tenemos, dentro de la composición, el género próximo -el elemento genérico- ('persona de menor edad') y la diferencia específica -el elemento particularizador- ('a quien se le ha muerto el padre y la madre o uno de los dos'). En este caso, estos dos componentes son suficientes para saber lo que es un 'huérfano'. Sin embargo, el Drae apunta un rasgo más en la definición: 'especialmente el padre' (resaltado arriba en cursiva), un elemento de más superfluo, puesto que dentro de los estrictos márgenes del uso de este vocablo en ningún momento un niño va a dejar de ser más o menos huérfano porque es el padre quien falleció y no la madre. El hablante de una lengua natural, el castellano en este caso, no concibe dentro de su lexicón, ni siquiera creo que sea parte de su conocimiento enciclopédico, de su conocimiento del mundo. ¿Es que acaso la Academia sigue con la errónea y decimonónica idea (con el perdón de los decimonónicos que tienen, entre sus cien años, grandes aportes a la humanidad como la obra de Balzac, la filosofía de Schopenhauer y su De la cuádruple raíz del principio de razón suficiente, o la introducción del término lingüística, a mitad de siglo, para delimitar el estudio científico de las lenguas y separarlo del hasta entonces tradicional estudio filológico) del modelo familiar patriarcal donde el hombre es el pilar del hogar -al menos en lo económico- y donde su ausencia, parafraseando a Vallejo, hace una falta sin fondo? ¡No, mis estimados señores académicos! Hay que tratar de no confundir papas con camotes, o para no ser tan coloquial: no hay que confundir, en una definición, contorno con información baladí e impertinente. En todo caso, no debemos incluir nuestras propias percepciones, o la de nuestra región -llámese España- en lo que creemos que es un uso general, pues le restamos objetividad a la labor científica. Esperemos que la vigésimo segunda edición de ¿nuestro? diccionario sea más cuidada (y que yo no haya equivocado mis juicios también ¡sssshhh...!).