sábado, 11 de octubre de 2008

El asesinato y la muerte como afirmación del narcisismo en Dorian Gray

Javier A. Arnao Pastor
UNMSM

“El amigo que pintó el retrato fatal, al que debía toda su miseria, estaba apartado de su vida. Aquello era suficiente”.

Basilio Hallward había sido el artífice de aquel retrato que atormentaba el alma de Dorian, retrato marcado por su conciencia turbia y licenciosa; por ello, no había podido perdonarle la vida. En Dorian Gray no era el crimen -perpetrado contra el pintor- lo que le atormentaba el espíritu (ello había sido un arrebato momentáneo), sino que aquella supuesta belleza y perfecta estética de la forma, plasmada e impregnada en la obra, era la causante de su desdicha.

Es la belleza, en el protagonista, la que funciona como un mecanismo de enmascaramiento; toda su juventud, lozanía y hermosura no eran más que un falso reflejo, pues, en realidad, la corrupción siniestra de sus actos era proyectada al cuadro, el cual asumía todos los rasgos físicos, adquiría cada vez un aspecto más horrendo y perverso, mientras que Gray, más bien dicho, su cuerpo material, permanecía intacto a pesar de los años y experiencias transcurridas.
Para contrarrestar y reivindicarse en la vida, Dorian, pretende expiar sus culpas a través del renunciamiento al amor de una joven pueblerina, a la que decía amar; pero luego reflexiona y se percata de que su voluntad de purificación no era más que un modo oscuro de enfatizar su vanidad, su hipocresía, su narcisismo exacerbado, los que había llevado a su lado extremo, a los actos más sórdidos, en pos de una doctrina de vida epicureísta, entregada al placer.

Finalmente, así como había aniquilado al artista, habría de acabar con el producto de su arte. Es así como Dorian toma el puñal y arremete contra el retrato, su propia conciencia plasmada, su alma materializada, es decir, ultima a su propio yo y con su esencia hecha arte: se suicida. Aunque como dice el mismo, en el capitulo XIII: “Cada uno lleva en si el cielo y el infierno.” ¿Quién es el que perpetúa en el cuadro, el Dorian celestial o el infernal? Esa es la magia de Wilde -y de la literatura-: nos abre un universo de probabilidades, de mundos posibles.