domingo, 29 de junio de 2008

Sobre Teoría y realidad en el generativismo

Javier A. Arnao Pastor
E.A.P. Lingüística

UNMSM

En el presente artículo, Caravedo enfatiza en el rasgo fundamental sobre el cual se construye el marco epistemológico del modelo gramatical generativo: el de concebir la teoría, el objeto y la metodología usada por el lingüista como hechos análogos a los procedimientos que ejecuta el hablante de una lengua. En estos términos, la autora señala que el enfoque chomskiano pretende mostrarse como bidimensional, dado que comprende, por una lado, una naturaleza psicológica o mental, y, por otro, una dimensión formal o teórica, consistente en la elaboración de un constructo gramatical. Así, dicha relación se concibe como netamente analógica y no como paralela, lo que se evidencia en el hecho de que ambas realidades, mental y teórica, pretenden obedecer al mismo fenómeno. He ahí la crítica. Caravedo apunta a que dicha ambigüedad sistemática genera confusiones, puesto que, si ambas construcciones son análogas, ello supone que cabe la sustitución de una por otra: la transformación de lo real en lo formal o de unificación de ambas realidades. De no ser así, sería un mero recurso retórico.

La competencia ¿facultad innata?

La piedra angular explicativa del generativismo es afirmar el carácter innato de la facultad lingüística. Como pieza clave del fundamento teórico, Caravedo evalúa el término innato (connatural) en sus varias interpretaciones:

  • Como referido a una especie cualquiera.
  • En referencia exclusiva al hombre, que lo define como tal.
  • Referido, además del poseedor de la facultad, a la naturaleza de dicha capacidad y a su carácter preformado apriorísticamente.
  • Referido a lo poseído, pero en un sentido menos estricto, concibiendo la competencia como producto preformado en cierta parte, y activado por la experiencia.

Ante estos sentidos es que surgen las imprecisiones. Pero la problemática verdadera se evidencia en el tratamiento de las últimas dos concepciones respecto del concepto de innatismo. La posibilidad primera queda totalmente descartada porque el interés del estudio del lenguaje por parte de Chomsky se centra en la competencia como facultad humana. Las críticas entonces se dirigen a los dos últimos puntos, en los que se observa una división del concepto de innatismo, pues la versión estricta señala que la facultad no está condicionada por ningún factor externo, mientras que el último punto constituiría un debilitamiento del concepto, al defender la idea de que la facultad implicaría un desarrollo en el cual habría un estado inicial (innato) y un estado fijo (aprendido), asunciones señaladas en las versiones reformuladas de la teoría generativa. Para descartar posibles interpretaciones erróneas, Chomsky explica que lo que se formula como innato no son las lenguas concretas, sino la capacidad (un objeto psicológico, interno) sobre la cual se desarrolla la adquisición del conocimiento de una lengua producto del contacto con los datos externos. Así, señala Caravedo, hay otros procesos que podrían tomarse como innatos porque son adquiridos por el hombre (por ej., la posición erecta) en virtud de que sabemos que se desarrollarán dentro de un límite de tiempo y en contacto con la experiencia. Chomsky elaboró una similitud entre la facultad del lenguaje y los mecanismos perceptuales. Pero dicho símil no es pertinente según Caravedo, porque, si bien es cierto, el desarrollo del sistema perceptivo y del lingüístico en los seres humanos se da de modo más o menos uniforme, no puede afirmarse que el resultado de este proceso sea el mismo. Debe hacerse un ajuste en la explicación y diferenciarse bien el objeto del aprendizaje (externo) de la operación realiza el hablante (hecho mental). Chomsky trata de dar cuenta más de los mecanismos psicológicos que intervienen en la estructuración del conocimiento lingüístico. Lo criticable es no distinguir entre mecanismos cognoscitivos y los objetos a estudiar. Al no definir lo innato como parte de equipamiento genético (preformado), se incurre en un discurso desarrollista y no en el sentido privativo del concepto. Pero Chomsky reafirma su postura innatista como contenido preformado independiente de la experiencia en forma de principios lingüísticos, que se encargan de procesar los datos provenientes de la lengua que se va a adquirir. Defiende la naturaleza lingüística de los principios, pero sin descartar su posible base biológica.

Entonces se aprecia que la noción de competencia se toma de dos formas: la exclusivamente innata y la aprendida, desarrollada a través de la experiencia. Al parecer, Chomsky maneja ambas concepciones: una, más general, según la cual todo el proceso es innato en el hombre; la otra, la fuerte, donde solo se considera innato lo relativo a la gramática universal. Más adelante, esta concepción de la gramática fue esbozada en dos conceptos fundamentales: gramática universal y gramática particular. Lo no aprendido resultaría de la interacción de lo innato con la experiencia de una lengua particular.

Atendiendo a la experiencia siguiendo a Chomsky—, si bien los datos lingüísticos son necesarios para que una gramática pueda desarrollarse, estos no la determinan, puesto que la imperfección y límite de los datos brindados no son suficientes para deducir los principios universales. Según Caravedo, el énfasis que le presta Chomsky a este aspecto es más metodológico que real, pues en ninguna etapa de la adquisición de una lengua se prescinde de los datos de la experiencia. Para mostrar pruebas concretas de la validez del principio universal, Chomsky destaca el principio de dependencia estructural, de acuerdo con el cual el hablante no percibe elementos físicos o palabras aisladas, sino estructuras y oraciones dependientes estructuralmente, cuyo reconocimiento no puede darse mediante la observación directa. Frente a esta afirmación, Caravedo argumenta que el niño antes de identificar categorías abstractas o fronteras morfológicas recibe mucha información previa.

Dimensión psicológica (la teoría de adquisición lingüística y los estados)

En esta revisión extendida de la teoría generativa se replantea la concepción del innatismo del lenguaje. Afirma que los hablantes construyen estructuras mentales en forma de representaciones abstractas.
La competencia sería entonces determinada. Deja de lado entonces el idealismo y restringe el innatismo a una parte del proceso total. Para ello, Chomsky presenta dos fases o estados hipotéticos de adquisición lingüística: un
estado inicial (genético) y otro fijo (producto del contacto con los datos ling.), los cuales implican una serie de estados intermedios en los que el hablante va construyendo y evaluando sus gramáticas hasta llegar a la forma óptima de esta. Cada estado como sistema representacional incluye tres componentes: fonético, sintáctico y semántico. Al referirse a la información contemplada en el estado inicial, se dice que está conformada por una serie de principios por los cuales se filtran los datos de la lengua. Es decir, el niño no procesa directamente los datos del exterior, sino que posee un conocimiento previo (principios como el de dependencia estructural). El producto de la interacción de los principios innatos y la lengua particular son las gramáticas, las cuales funcionan como construcciones intermedias entre una realidad interna (princ. univ.) y otra externa (lengua partic.). Dado que el lenguaje supone la integración de los planos fonético, sintáctico y semántico, la mente debe reconstruir esas representaciones en una gramática.

Dimensión formal (la teoría lingüística)

Es concretamente la gramática elaborada por el científico del lenguaje. De este modo, todo proceso ubicado en la dimensión mental tiene su representación formal: el estado inicial se concibe como la gramática universal y el estado fijo como la gramática particular (nuclear). Sólo la universal es considerada como innata porque la gramática particular sería el resultado de la interacción de la gramática universal y la experiencia. La relación entre GU y experiencia se da mediante las gramáticas o modelos gramaticales. Así como el niño no trabaja directamente sobre las emisiones lingüísticas, sino que la estructura gracias a los principios universales canalizadores, el lingüista opera con metagramáticas basadas en representaciones previas, y no directamente en los datos. En este punto Caravedo cuestiona la validez de dicha afirmación al recalcar que en realidad el referente mental de la teoría no constituye más que una teoría sobre un proceso tomado como real. Los principios llamados universales no son más que el producto de una generalización surgida con el afán de liberar a las gramáticas de una excesiva e innecesaria carga teórica (por ej., muévase-α que redujo las reglas transformacionales de las lenguas particulares). En el proceso de subsunción se debe pensar que se construyen las reglas sobre los datos. Chomsky no ha ocultado que dichos principios sean metagramaticales. Lo que refuta Caravedo es adjudicar esos principios al estado inicial como si fuesen hechos psicológicamente reales. Los principios únicamente pueden reconocerse si se acepta el modelo como representación de la dimensión mental del hablante, si se acepta la unificación de ambas dimensiones y se justifica la analogía. Asimismo debe proporcionar los principios reguladores del desempeño de las reglas y establecer la forma de los componentes lingüísticos relacionados de modo análogo al que se asume como la construcción natural que realiza el niño.

¿Unidad bidimensional?

La bidimensionalidad, rasgo que la autora ha sostenido como característica fundamental del modelo generativo, es propia de todas las versiones chomskianas. Con la reformulación del modelo, el de la gramática universal, se pretendía un acercamiento mayor entre las dimensiones formal y psicológica, y la dimensión real del hablante. A este respecto se dirigen los cuestionamientos: lo que se concibe como un acercamiento se convierte en un artificio teórico, puesto que los principios innatos, asumidos en la gramática universal, no son más que el resultado de un proceso de abstracción que opera a nivel formal en el modelo gramatical; por tanto, constituyen conceptos metarreferenciales, que operan al interior de la gramática a nivel teórico para restringirlas formalmente, pero no obedecen a representaciones reales. La GU se convierte en una teoría de sí misma.

La analogía que se establece entre los procesos mentales que ejecuta el hablante y las elucubraciones del lingüista, compromete el plano metodológico. El punto clave del modelo lo constituye el vínculo entre mente y experiencia (en el hablante) y la representación de la relación entre teoría y realidad (en el lingüista). ¿Cómo se dan las conexiones entre ambos elementos por ambas partes, la del hablante y la del científico? El meollo es que no hay un contacto directo con la experiencia. Aquí Caravedo señala las divergencias cualitativas entre la experiencia del hablante y la del lingüista: la del primero se da en forma da datos desorganizados, la del lingüista es, en realidad, un corpus de datos fruto de una selección, hechos a favor de la defensa de cierta hipótesis o modelo gramatical. Lo cuestionable es la pretensión de equiparar el proceso adquisitivo real con su representación teórica; además, el porqué de la fusión del conocimiento lingüístico con las características del objeto de estudio. Más adelante, la réplica va hacia la pretensión de la búsqueda de asidero biológico a lo que sólo tiene fundamento especulativo, pues, sin pruebas concretas en el campo genético se cae en mecanismos retóricos (v. g. el principio de dependencia estructural para la justificación de los hallazgos).

Finalmente, atendiendo a la noción de bidimensionalidad entre lo formal y lo mental- abstracto, se evalúan los vínculos fundamentales entre los elementos intervinientes. La competencia se concibe como psicológica (operación del hablante) y formal (modelo gramatical). Dicha relación es caracterizada como analógica. La representación del objeto psicológico real es, en realidad, un nuevo constructo, de esa supuesta realidad mental, que es teórica también. En síntesis, Caravedo sostiene que Chomsky no hace sino relacionar teoría y metateoría o GU y GP y no la relación analógica (o su fusión) entre la dimensión teórica (formal y psicológica) con la dimensión real que opera en la mente del hablante. Se evalúan dos gramáticas de distinto orden de manera interna. Teoría y realidad quedan como modelos gramaticales construidos a partir de representaciones y no obedecen al hablante real.

[1] Basado en el artículo de Rocío Caravedo Teoría y realidad en el generativismo. Una aproximación al último modelo de Chomsky. En: Lexis, Vol. X. Nº 2. 1986, pp. 131-146.

No hay comentarios: